«Antes creía que cada persona escoge su forma de vivir, que controlamos y gobernamos nuestro futuro, que elegimos nuestra pareja o nuestra profesión, que somos responsables de las decisiones que conforman el curso de nuestras vidas. Sin embargo, existe una fuerza más poderosa que el libre albedrío. El inconsciente. » Con estas palabras arranca el primer capítulo de la primera temporada de Gypsy (Netflix), protagonizada por Naomi Watts. Y es que, más allá de hablar de series o de aburrir con temas de marketing, hoy escribiré sobre el cerebro y la verdad.
La humanidad, en general se siente poseedora de la verdad. La verdad es algo abstracto y le otorgamos una categoría suprema, un fín en sí misma y por eso hacemos guerras, solo para defenderla, para eriirla como un icono monopartidista, como si de verdad solo hubiera una: la nuestra.
La verdad es algo que la pretendemos razonable; es algo que creemos que podemos poseer y peor, que la podemos dominar. Nuestro cerebro no está preparado para la verdad. La evolución le ha llevado por otros caminos, caminos de percepción diversa, de interpretación, de configuración de una realidad a partir de factores contextuales, lingüísticos, culturales, ambientales, históricos, etc. La verdad se escapa al dominio, al sometimiento. Decía el neurocientífico británico Colin Blakemore, de la Uni-versidad de Oxford: «[…] las neuronas presentan al cerebro argumentos basados en características específicas que detectan en el mundo exterior. Argumentos con los que el cerebro construye su propia hipótesis de la percepción. »
El concepto de verdad absoluta es un acto de creencias, de fe, muy lejos de la razón. Y es tan así, que ni unos ni otros, por expresión facial o por el vestido con corbata que lucimos, estamos en disposición de la verdad. Y menos aún en una disputa, en un conflicto, en una pugna. No es la verdad la que ganará, sino la voluntad de consenso, el respeto por el otro y la conciencia de que la verdad es y no es al mismo tiempo.
La posesión de la verdad es en sí misma la posesión de la mentira. Defender a ultranza la verdad es mentir al mismo tiempo. La verdad es una coraza para defenderse de la verdad contrincante. La verdad es una amenaza per se, es un ataque frontal a la realidad. En nombre de la verdad se han cometido crímenes de todo tipo y en toda la historia de la humanidad.
«La verdad sólo sirve para consolar aquellos que quieren un saber cierto, del que creen que no pueden prescindir. Son personas a las que les falta valor para vivir en la incertidumbre, sin seguridad, sin autoridad y sin guía. Los que se creen en la posesión de la verdad son personas que se han quedado anclados en la inocente edad de la infancia, les falta madurez…” Lo escribió uno de los filósofos y sociólogos más importantes del siglo XX, Karl Popper, en su libro El conocimiento objetivo (Edicions 62, 1985).
REFLEXIONES SOBRE LA VERDAD
Ya sé que hasta aquí no te he dicho nada de valioso. Tengo la certeza de que todos, en un momento u otro, habéis reflexionado sobre la verdad y os habéis visto desnudos de ella. Habéis tenido que reconocer que su punto de vista era, en el mejor de los casos, sólo uno de los posibles y este sea sólo posiblemente la verdad. La verdad es como un jarrón chino iluminado por el sol. El jarrón es el mismo, pero en una cara luce cegador por sus colores esmaltados y por la otra, su sombra proyecta oscuridad. En las enseñanzas orientales, el segundo texto del Tao Te Ching El libro del Dao y del De de Lao Tse dice: «Cuando contemplamos algo y lo vemos bonito, algo en cambio, resulta feo. cuando contemplamos algo y lo vemos bueno, algo en cambio, resulta malo. El ser y el no-ser se crean mutuamente. Lo difícil y lo fácil se apoyan mutuamente. El alto y el bajo dependen mutuamente. El largo y el corto se definen mutuamente, el antes y el después suceden mutuamente. »
En los negocios y en las ventas, la verdad reside en ambas partes de la negociación, encontrar la verdad para ambas partes debe ser sin duda el mejor negocio, la mejor forma de prosperar generando valor.